Aprender a decir no es uno de los grandes desafíos de la vida y del trabajo.
Decir que no es muy difícil por varias trabas mentales:
- Una es el famoso FOMO (fear of missing out) – el miedo a perdernos una oportunidad, un programa o algo que pueda ser épico
- Otra es el miedo a enfrentar la situación. El momento de decir que no puede ser tenso dado que se mezclan egos e inseguridades. Además, es un trago amargo para el que lo recibe y ser el que pasa el mensaje no es un buen programa; peor todavía si el otro es alguien cercano
- La última es el qué dirán. El miedo a que el otro nos considere egoísta, mala persona, vago, aburrido, agrandado, irracional, desconsiderado, etc. por el sólo hecho de decir que no. El miedo al rechazo, a que el receptor se enoje o simplemente la incertidumbre de cómo va a reaccionar
Reconocer y aceptar el miedo es el primer paso para no decir que sí por impulso. Cuando decimos que sí a cosas que no queremos hacer, el resultado es que uno no disfruta y/o no está presente en lo que está haciendo, se enoja con uno mismo o con el que le hizo el pedido o lo invitó.
La próxima vez que alguien te pida algo, frená, respirá, y tomate un tiempo si es necesario. Siempre es mejor decir dejame pensarlo.
¡Éxitos y Conquistas!
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